Era miércoles por la tarde, mes de septiembre. Yo me había dejado caer sobre una hamaca esperando el fin del día, a que el sol se escondiera.Me había dejado vencer.Antes de tu llegada sólo quería descansar de la vida, estaba cansada de luchar contra fantasmas. Me encontraba agotada. Cansada de perseguir ilusiones y caer al suelo. Levantarme y otra vez caer. Ya no tenía otra cosa que esperar que el anochecer.Todavía quedaba algo bello. El juego de luces que se encendían en el horizonte del mar era lo único auténtico en mi vida, lo único real.Harta ya de cicatrizar heridas no tenía fuerzas ni para buscar nueva cura. Entonces llegaste. Con paso lento, dejando huellas profundas en la arena. El suave oleaje que se arrastraba por la orilla te mojaba los tobillos. Viniste decidido hacia mí. Yo me sentía incómoda ante tu actitud invasora. Tú me atacabas con tu mirada penetrante. Con esos ojos de un color tan peculiar, tan tuyos.Tu voz grave pero con tono dulce interrumpió mi silencio tan deseado, pero no me importó. Me tocaste el alma con tus palabras. Sé que no era del todo una coincidencia, pero no quería pensar en ello. Sólo quería que el sol se escondiera una vez más.Y así fue, la tarde dio paso a la noche adornada de estrellas. Pero esta vez no estaba sola. No había deseado compañía y sin embargo no me molestó tu presencia. Me dejé llevar.
jueves, 3 de mayo de 2007
Atardecer en la playa
Era miércoles por la tarde, mes de septiembre. Yo me había dejado caer sobre una hamaca esperando el fin del día, a que el sol se escondiera.Me había dejado vencer.Antes de tu llegada sólo quería descansar de la vida, estaba cansada de luchar contra fantasmas. Me encontraba agotada. Cansada de perseguir ilusiones y caer al suelo. Levantarme y otra vez caer. Ya no tenía otra cosa que esperar que el anochecer.Todavía quedaba algo bello. El juego de luces que se encendían en el horizonte del mar era lo único auténtico en mi vida, lo único real.Harta ya de cicatrizar heridas no tenía fuerzas ni para buscar nueva cura. Entonces llegaste. Con paso lento, dejando huellas profundas en la arena. El suave oleaje que se arrastraba por la orilla te mojaba los tobillos. Viniste decidido hacia mí. Yo me sentía incómoda ante tu actitud invasora. Tú me atacabas con tu mirada penetrante. Con esos ojos de un color tan peculiar, tan tuyos.Tu voz grave pero con tono dulce interrumpió mi silencio tan deseado, pero no me importó. Me tocaste el alma con tus palabras. Sé que no era del todo una coincidencia, pero no quería pensar en ello. Sólo quería que el sol se escondiera una vez más.Y así fue, la tarde dio paso a la noche adornada de estrellas. Pero esta vez no estaba sola. No había deseado compañía y sin embargo no me molestó tu presencia. Me dejé llevar.
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2 comentarios:
Me pregunto qué debió pasarte tan rematadamente asfixiante y aniquilador como para llegar a desear la muerte (..esperando el fin del día ..descansar de la vida)nadie escribe porque sí, nadie con ese desgarro.
En la vida hay tantas cosas que nos ciegan que en ocasiones no vemos pasar las verdaderas oportunidades. A veces sólo nos dedicamos a rechazar, pudiendo dar oportunidades. Es muy probable que no haya metáfora alguna aunque yo veo en esa figura alentadora a la fuerza que nos transforma, el devenir de la vida, de la unidad del ser.
Precioso texto
Queda implicito el amanecer?
Como que quede en suspenso...
me gusto eso de "harta de cicatrizar heridas".
Pero...insisto...quede en demasiado suspenso, ¿Deberé imaginarme a fuerza de olas y lejanas estrellas; a fuerza de brisas y grillos que paso al llegar el amanecer?
Walter
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