No es un grito a viva voz, a veces es un grito interior. Un grito, un huracán que recorre tu cuerpo, como un ciclón por las venas que recorre cada órgano vital, como un águila volando a ras del suelo a punto de alcanzar su presa.
Una fuerza devastadora que te conmociona.
Un sentimiento de impotencia, una impotencia que te lleva al descontrol, que te sobrepasa.
Si lo interrumpes, si lo calmas antes de finalizar puede causar efectos destructivos, si los dejas pasar llegará la calma pero dolerá igual.
Lo que nunca, nunca debemos hacer es avivar el fuego, soplar a favor del huracán, gritar más de lo necesario, si no, tarde o temprano llegarás al límite, vendrá la compasión propia y nos perderemos el respeto y dignidad.
Es entonces cuando nos encontraremos en lo más bajo, en el submundo de la desesperación.